Autocontrol – I Corintios 9:24-27

by Pastor John Fredericksen

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Todos lo hemos visto. Cuando un joven está seriamente interesado en tener una relación de por vida con una joven, se comporta más cuidadosamente de lo normal. Él ofrece su mejor impresión con buena higiene, lenguaje apropiado, conducta cortés y gran atención a los deseos de la joven dama. Cuando ella lo lleva a conocer a sus padres, generalmente se comporta de la mejor manera posible. ¿Por qué? Es porque persigue algo valioso: el premio de ganarse el corazón de la joven y la aprobación de sus padres.

Al referirse a cómo los creyentes deben vivir cada día después de la salvación, el apóstol Pablo usó la ilustración de un atleta en una carrera. Él preguntó: “¿No saben que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero solo uno lleva el premio? Corran de tal manera que lo obtengan” (I Corintios 9:24). Cada creyente, sin excepción, debe aspirar a obtener una recompensa eterna. No es egoísta o carnal desear tales cosas, y sería completamente absurdo vivir sin este objetivo en mente. El amor al Señor es una motivación para vivir una vida piadosa y dedicada, y el deseo de recompensa es otra. El Señor nos dice acerca de la posibilidad de una recompensa que nos anime a esforzarnos por vivir para Cristo de tal manera que resultará en una recompensa eterna y rica. ¿Cómo será posible? Pablo nos dijo: “Y todo aquel que lucha se disciplina en todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; nosotros, en cambio, para una incorruptible. … pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer…” (I Corintios 9:25-27). Antes de entrar en una competencia, un atleta serio se disciplinará a sí mismo y moldeará su cuerpo lo mejor posible. Él se abstendrá de fumar o usar drogas, elegirá comer correctamente, hacer ejercicio y entrenar duro para maximizar sus habilidades. En la arena de la vida cristiana para Cristo, nosotros también debemos volvernos “moldeados” o demostrar autocontrol. Debemos abstenernos de cosas pecaminosas que obstaculizarían nuestro desempeño, alimentar diariamente nuestras almas con el alimento espiritual de la Palabra de Dios y crecer en las habilidades necesarias como soldado de Cristo. Todo esto requiere un enfoque intencional, sin perder de vista el objetivo de recibir la recompensa eterna.

Creyente, desde hoy, ármate tú mismo con el enfoque de estarte preparando para la eternidad. Por lo tanto, disciplínate para crecer en la gracia de nuestro Señor Jesucristo.