Algún día será día de pagar – I Corintios 3:8

by Pastor John Fredericksen

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Mientras nuestros hijos crecían, teníamos un pequeño negocio de limpieza para financiar tenerlos en una escuela cristiana. Nos llevábamos a los niños, incluso si lo único que podían hacer era reunir las papeleras. Un día, las chicas no estaban tan entusiasmadas en participar. Entonces, sin pensarlo bien, les dije: “Si trabajan duro con una buena actitud, cuando se gradúen de la escuela secundaria, mamá y yo les compraremos un automóvil”. Solo lo prometí una vez, pero nunca me dejaron olvidarlo ni permitieron que dejara de cumplir mi promesa.

Nuestro Padre Celestial tiene una promesa fantástica para cada creyente. Refiriéndonos al momento en que pasamos de esta vida a la eternidad, I Corintios 3: 8 dice “… cada uno recibirá su propia recompensa conforme a su propia labor”. Con absoluta certeza, estamos seguros de que el Señor nos recompensará generosamente por nuestro servicio para el Señor Jesucristo después de la salvación. Confirmando esta confianza, el apóstol Pablo nos dice en I Corintios 15:58: “Así que, hermanos míos amados, estén firmes, y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su arduo trabajo en el Señor no es en vano”.

También debemos comprender que nuestra recompensa será proporcional a nuestro esfuerzo en el servicio. Como se dijo anteriormente, a todos se les dará “recompensa … según su propia labor” (I Corintios 3: 8). Si elegimos hacer poco o nada para el Señor después de la salvación, esto se verá reflejado en la pequeña recompensa recibida. II Corintios 9: 6 lo dice de esta manera: “… El que siembra escasamente también cosechará escasamente; y el que siembra con generosidad también con generosidad cosechará”. Como el anuario de la escuela secundaria que refleja la participación de uno en las actividades escolares, nuestros registros en la eternidad se corresponderán con nuestro servicio. Eso hace que sea importante para nosotros ocuparnos de actividades que importen una vez que lleguemos a la eternidad. Podemos servir a Cristo invitando o llevando gente a la iglesia, presentando el evangelio, repartiendo tratados, sirviendo en la guardería de la iglesia, enseñando las Escrituras, asistiendo a los ministerios de la juventud, ofreciendo fidelidad, atendiendo a los visitantes, siendo amigables con los recién llegados a la iglesia, y mucho más. El límite para servir a Cristo es solo nuestra imaginación y disposición. Si deseas la recompensa en la eternidad, debes elegir servir constantemente al Señor ahora. Que hoy sea el comienzo de un servicio constante para la causa de Cristo.