Hoy pensamos en las palabras de San Pablo a los Corintios en II Cor. 6:1,2:
“Nosotros, pues, como colaboradores de [Dios], os rogamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios…. He aquí, ahora es el tiempo aceptado; he aquí, ahora es el día de la salvación”.
Este pasaje nos recuerda que no es suficiente que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” colectivamente. Nosotros, cada uno individualmente, debemos hacer algo para apropiarnos de esta salvación.
Después del pasaje clásico de II Cor. 5:14-21 donde el Apóstol cuenta cómo Cristo “murió por todos”, y cómo Dios trata con todos los hombres en gracia ya que “por nosotros lo hizo pecado” para que “nosotros seamos hechos justicia de Dios en Él” – después de este gran desarrollo de lo que Dios, a través de Cristo, ha hecho por nosotros, insta a la aceptación individual de esta gran verdad.
Como “colaboradores de Dios”, el Apóstol y sus asociados rogaron a los hombres que no “recibieran… la gracia de Dios en vano”, sino que confiaran en Cristo, cada uno como Su Salvador personal, para aplicar Su obra redentora a sí mismos.
E incluso en esa fecha temprana de la historia de la Iglesia, el Apóstol dio a entender a los hombres que no había tiempo que perder; el día de la gracia no duraría para siempre, sino que daría lugar al día del juicio y de la ira.
Si esto fue así entonces, ¡cuánto más lo será ahora! Dios ha sido muy paciente con el mundo. Ha seguido tratando con la humanidad en gracia durante casi dos mil años, pero de acuerdo tanto con la profecía del Antiguo Testamento como con el “misterio” de Pablo, juzgará a este mundo por su rechazo de Cristo.
¿Cuándo sucederá esto? Nadie sabe. Es la esencia misma de la gracia que nadie sepa cuándo terminará la dispensación de la gracia. Es la gracia, la gracia pura, de parte de Dios lo que hace que Él permanezca día tras día en misericordia hacia un mundo que lo rechaza.
Por tanto, los mensajeros de Dios no pueden ofrecer ni siquiera un día más de gracia. Debemos decir como lo hizo San Pablo: “He aquí ahora el tiempo aceptado; he aquí, ahora es el día de la salvación”. “Cristo murió por nuestros pecados” (I Cor. 15:3). “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16:31).