Una vieja anécdota se refiere a una pareja de ancianos, que van por el camino en su automóvil. La abuela se da vuelta y dice: “¿Recuerdas cuando solíamos conducir cada domingo?” “Sip”, dice el abuelo. “¿Recuerdas cuando nos sentábamos tan cerca que no podías poner un trozo de papel entre nosotros?” “Sip”, dice el abuelo. “¿Por qué ya no nos sentamos así tan cerca?” El abuelo se vuelve hacia la abuela y dice: “Yo no me he movido”.
Si sientes que Dios está lejos, solo recuerda que Dios no se ha movido. Él creó la humanidad para acompañarla de forma cercana y regular, como lo vemos por la voz de Dios cuando caminaba en el Jardín con Adán y Eva (Génesis 3: 8). Ellos eligieron experimentar el pecado, es por ello que Adán y Eva se escondieran de su presencia. El pecado trajo el temor a Dios, los separó del Señor, descuidó la relación con Él y empañó espiritualmente sus corazones. La buena noticia es que el perdón de Dios renueva nuestro amor por Él y nuestro deseo de estar en Su presencia. Especialmente en la Dispensación de la Gracia, el perdón es un estado constante para nosotros, ya sea que se sienta de esta manera o no (Colosenses 2:13). Él no se distancia de nosotros cuando pecamos, porque su gracia y la sangre de Cristo cubren nuestros pecados. Él permanece cerca deseando nuestra cercanía. Además, abundan las Escrituras que alientan diciéndonos: “Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes” (Santiago 4: 8). De hecho “… él no está lejos de ninguno de nosotros …” (Hechos 17:27). Del mismo modo, Jeremías 23:23 pregunta: “¿Acaso soy yo Dios de cerca, y no Dios de lejos?, dice el Señor” La feliz respuesta es: “Sí”. Él está cerca. Todo lo que tenemos que hacer es agradecerle por Su misericordia y perdón, continuar en oración, volver a las Escrituras y buscar una comunión constante con Él. Al acercarnos a Él, Él siempre se acercará a nosotros. Nuestro caminar con el Señor puede ser tan dulce y cercano como cuando estábamos en nuestro punto más fuerte espiritualmente. El salmista prometió: “Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad” (Salmo 145: 18).
Si tu andar diario se ha alejado del Señor, dirigiéndose a un clima frío o estéril, no tiene que seguir siendo así. En este momento, acércate a Dios, y Él se acercará a ti. Está esperándote.