El veredicto de Dios sobre el mundo pagano es que “no tienen excusa, porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias…” (Romanos 1:20,21).
El salmista, por otro lado, declara:
“BUENO ES DAR GRACIAS AL SEÑOR, Y CANTAR A TU NOMBRE, OH ALTÍSIMO:
“PARA MOSTRAR TU MISERICORDIA POR LA MAÑANA. Y TU FIDELIDAD CADA NOCHE” (Sal. 92:1,2).
Los creyentes de hoy tienen aún más por lo que estar agradecidos que el salmista, porque podemos regocijarnos en lo que Dios ha hecho por nosotros a través de Cristo y su obra redentora. Así Pablo, por inspiración divina, habla de…
“DANDO GRACIAS AL PADRE, QUE NOS HIZO ÚNICOS [APTOS] PARA SER PARTICIPANTES DE LA HERENCIA DE LOS SANTOS EN LUZ:
“QUIEN NOS LIBRÓ DEL PODER DE LAS TINIEBLAS, Y NOS TRASLADÓ AL REINO DE SU AMADO HIJO” (Col. 1:12,13).
Es por esta “liberación” que el creyente más humilde puede clamar con Pablo: “¡Gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo!” (II Corintios 2:14) y “¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!” (I Corintios 15:57). Cuán apropiadas son, entonces, las siguientes exhortaciones:
“En todo dad gracias” (I Tes. 5:18) y “Por [Cristo], pues, ofrezcamos sacrificio de alabanza… dando gracias a Su nombre” (Heb. 13:15).
“Porque todo es por causa de vosotros, para que la abundante gracia, por la acción de gracias de muchos, redunde para la gloria de Dios” (II Cor. 4:15).
Sobre todo, “¡GRACIAS A DIOS POR SU DON INEFABLE”, nuestro Señor y Salvador Jesucristo! (II Corintios 9:15).