Courtney era una joven madre que vestía una minifalda extremadamente corta para ir a la iglesia e indudablemente exponía demasiado de sí misma. La esposa de un diácono la llamó para confrontarla acerca de usar ropas inmodestas en un lugar de adoración. Para su crédito, Courtney tomó la conversación de buena manera. Ella apreciaba que se le hablara directamente en lugar de quejarse a sus espaldas, y se dio cuenta de que su ropa era un acto inmaduro e indiferente hacia los hermanos en Cristo. Desde ese día en adelante, arrojó su ropa inmodesta y diligentemente trató de vestirse modestamente.1
Desde el comienzo de la historia de la humanidad, tanto la naturaleza como Dios han enseñado que se debe usar ropa que cubra suficientemente el cuerpo. Tan pronto como Adán y Eva cometieron pecado, cosieron hojas de higuera para cubrir su desnudez (Génesis 3:7), las que Dios reemplazó con pieles de animales (vs.21). Desde entonces, parece que Satanás ha tratado de desnudarnos. Cuando ocurre cualquier etapa de inmodestia, es un signo de impiedad. Cuando Israel adoró a un becerro fundido, Moisés vio que el pueblo se había “desenfrenado”, estaba desnudo y era una “vergüenza entre sus enemigos” (Éxodo 32:25). Debemos darnos cuenta de que las acciones pecaminosas a menudo siguen a la falta de modestia. Cuando David vio a Betsabé mientras “se estaba bañando” (II Samuel 11:2), el adulterio, el engaño y el asesinato surgieron de repente. De manera similar, cuando la hijastra del rey Herodes bailó seductoramente ante él, este sucumbió a su pedido de asesinar a Juan el Bautista (Mateo 14:1-10). Es indiscutible que las mujeres tienen un gran poder de seducción sobre los hombres, y, especialmente para las mujeres cristianas, con ese poder viene una gran responsabilidad. Por lo tanto, el apóstol Pablo dio instrucciones de que “… las mujeres se vistan con ropa decorosa” (I Timoteo 2:9). Se ha convertido en algo común que mujeres y niñas usen escotes pronunciados, telas transparentes, pantalones cortos o minifaldas, e incluso ropas todavía peores. Esto es algo que el mundo actual considera aceptable, pero ciertamente no lo es para las mujeres cristianas. Pablo nos dice que el estándar debe ser “con modestia y prudencia” (vs.9) y solo eso “… conviene a mujeres que profesan reverencia a Dios” (vs.10). Eso significa que, si una mujer se expone a inclinarse o sentarse, si su ropa atrae pensamientos impuros, o si se cubriría repentinamente en presencia del Salvador, entonces su ropa es inaceptablemente inmodesta. Esto, de ninguna manera, absuelve a los hombres de pensar y actuar en forma moral y pura, pero las mujeres deben tener cuidado de no “hacer nada en que tropiece tu hermano” (Romanos 14:21).
Damas, elijan hoy convertirse en una modelo real, una que ejemplifique la modestia. ¡Así podrás glorificar a tu salvador!