Saddam Hussein era un dictador brutal que creía que estaba destinado a gobernar Iraq para siempre. Torturó y mató a voluntad, incluso lanzando gases venenosos hacia sus propios compatriotas. Desafiando las advertencias de Occidente, continuó las atrocidades, incluyendo la invasión de los países vecinos. Finalmente, fue detenido por una coalición mundial. Huyendo de estas tropas y compañeros iraquíes, se ocultó durante ocho meses en túneles hasta que fue capturado y ejecutado por su propio pueblo. Este hombre una vez altivo y despiadado fue humillado y luego llevado a la justicia por ahorcamiento.
Juan vio a los futuros mártires de la tribulación pidiéndole a Dios que juzgara a sus perseguidores y que “venga nuestra sangre” (Apocalipsis 6:10). Cuando Cristo abre el sexto sello del libro por su trono, revela juicios cósmicos divinos que tendrán un impacto devastador en la tierra durante la Tribulación. “Un gran terremoto” será tan profundo, “toda montaña o isla fueron [o serán] removidas de sus lugares” (vss.12, 14). El “sol se puso negro como tela de cilicio” (vs.12), lo que indica una oscuridad tan intensa que el día será tan oscuro como la noche. “Y la luna entera se puso [se volverá] como sangre” (vs.12). A partir del 7 y 8 de octubre del 2014, en intervalos separados de seis meses, se produjo un fenómeno llamado “luna de sangre”, porque cada luna llena parecía muy roja. En la Tribulación, será la advertencia de Dios para el hombre que la gran pérdida de vidas está por venir. Las estrellas caerán del cielo y los eventos dinámicos ocurrirán en los cielos (vs.14). Nadie, desde reyes hasta esclavos podrá escapar (vs15). Estas catástrofes serán diseñadas para atraer a los hombres a la fe en el Señor Jesucristo. Obstinadamente, en lugar de invocar al Salvador con la fe, la mayoría huirán de él. Huirán a las montañas para esconderse “de la cara del que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (vs.16). Los inconversos, algunos de los cuales anteriormente fueron crueles y violentos perseguidores, serán humillados en los juicios de Dios sobre la tierra. Pero a todos se les dará la oportunidad de escapar del juicio eterno si se convierten en fe al Señor Jesús. Muchos no lo harán, pero como veremos más adelante, muchos serán salvados durante este tiempo.
Nosotros, hoy, que conocemos a Cristo como Salvador, no debemos temerle a estos tiempos difíciles en el futuro, porque hemos sido “librados de la ira venidera” (I Tesalonicenses 1:10). Pero debemos advertirle a los demás para que puedan escapar de estos juicios futuros en la tierra y del castigo eterno al confiar ahora en la obra consumada del Señor Jesucristo. Advierte a alguien hoy.