Difícil de domar – Santiago 3:2-13

by Pastor John Fredericksen

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Me contaron la historia de un joven de familia adinerada. Él dijo a su padre que quería un auto nuevo en particular como regalo de graduación. Cuando llegó ese día, su padre le presentó una nueva Biblia. Enojado, el hijo dijo cosas insultantes y le dijo a su padre que no era lo que él quería, ni lo que él había pedido. Se enojó tanto que no quiso saber nada de su padre durante años. En la lectura del testamento, se enteró de que el automóvil que había pedido se había comprado antes de su graduación y estaba estacionado en el garaje del padre. La llave estaba en la Biblia que él le habían dado. En su profundo arrepentimiento, deseó no haber tratado tan mal a su padre y haber mantenido esa relación.

Decir cosas terribles es un problema que forma parte consistente de la naturaleza humana que existe en cada dispensación. Santiago lo describe de esta manera: “Pero ningún hombre puede domar su lengua; porque es un mal incontrolable, lleno de veneno mortal” (Santiago 3: 8). En verdad, a menudo hay poca diferencia entre la forma en que hablan creyentes e incrédulos. ¡Pero debería haberla! Santiago se refirió al uso indebido de nuestra lengua diciendo: “Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres … De la misma boca salen bendición y maldición. No puede ser, hermanos míos, que estas cosas sean así” (Santiago 3: 9-10). Instintivamente sabemos que después de la salvación debemos limpiar nuestro vocabulario por testimonio y en agradecimiento por la vida eterna. Nuestro estándar debería ser: “Ninguna palabra obscena salga de su boca sino la que sea buena para edificación…” (Efesios 4:29). Santiago agrega: ” Si alguien parece ser religioso y no refrena su lengua, sino que engaña a su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26). La palabra “vano” significa vacío. Si nuestro lenguaje como creyente es corrupto, demostrará el vacío en nuestro caminar con el Señor. Necesitamos buscar conscientemente la fortaleza del Señor para controlar lo que decimos. Más allá de la gratitud y por testimonio al Señor. Una motivación más para mantener un habla sana es evitar problemas innecesarios. Pedro declaró: “Porque El que quiere amar la vida y ver días buenos refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño” (I Pedro 3:10).

Todos deberíamos permitir que Dios le hable a nuestro corazón sobre este asunto y orar como lo hizo David: ” Pon, oh Señor, guardia a mi boca …” (Salmo 141: 3).