Cosecha lo que siembras – Gálatas 6:7-8

by Pastor John Fredericksen

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Crecer en nuestra granja en los años 50 y 60 significó que teníamos una gran cantidad de trabajo que requería mucha mano de obra. Politizamos granos, levantamos pacas de heno y mucho más. El único trabajo que realmente odié fue caminar por los campos para arrancar malas hierbas. En esa época, al menos en nuestra granja, no usamos aerosol para controlar las malas hierbas. En cambio, papá nos ayudaba a caminar por los campos para arrancar las malezas a mano. Teníamos dos campos diferentes que, año tras año, siempre estaban cargados de malas hierbas. En broma acusé a papá de sembrar semillas de malezas en los campos, así que tendríamos que pasar más de un mes eliminándolas. Si hubiese sembrado semillas de malas hierbas, sabíamos con certeza que hubiéramos obtenido malas hierbas, porque cosechas lo que siembras.

Este principio es verdadero durante toda la vida. Esta es la razón por la cual el apóstol Pablo escribió: “No se engañen; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará.  Porque el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna” (Gálatas 6:7-8). Cuando Caín sembró las semillas de una rebelión obstinada al negarse a ofrecer el sacrificio apropiado, Dios rechazó su ofrenda. Cuando él celosamente mató a su hermano, Dios lo juzgó haciéndolo “errante y fugitivo en la tierra” (Génesis 4:12). También le dijeron que la tierra ya no le daría frutos. Caín respondió diciendo: “Mi castigo es más grande de lo que puedo soporta ¡Grande es mi castigo para ser soportado!” (vs 13). Particularmente como agricultor, debería haber sabido que cosecharás lo que siembras. Cuando Salomón tomó la decisión política y espiritual de casarse con varias esposas que adoraban a dioses falsos, no fue sorprendente que “sus mujeres hicieron que se desviara su corazón [de adorar a Jehová]” (I Reyes 11:1-4). Después de todo, cosechamos lo que sembramos. Cuando Pablo describió a santos que eligieron vivir en pecado grosero como el mundo, era predecible que sus corazones tendrían “ceguera” espiritual y llegarían a ser “sentimientos pasados” (Efesios 4: 18-19). Cosechamos lo que sembramos. Cuando Pablo advirtió acerca del Asiento Bema, dijo: “Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes de comparecer en juicio, pero a otros los alcanzan después” (I Timoteo 5:24). En la eternidad, cosecharemos dando cuenta de lo que sea que sembremos ahora.

Este principio es intemporal, y podemos beneficiarnos del mismo. Hagamos algo hoy para sembrar una vida de piedad y servicio para que lo que cosechemos en la eternidad sea alegre.