Riesgo de ofensa – Hechos 22:1-23

by Pastor John Fredericksen

Print This Article

Mientras estaba en la universidad preparándome para el ministerio, me encontré con un estudiante sureño. Era un individuo bullicioso que hacía comentarios raciales condescendientes al pensar que era superior a los de color. Él estaba equivocado. Sus comentarios eran muy ofensivos para mí. Conocí tres principios bíblicos que cambian la perspectiva. Que toda la humanidad era pecadora, y Dios amaba a todos en el mundo lo suficiente como para enviar a su Hijo a morir por ellos. Pedro había enseñado, “… Lo que Dios ha purificado no lo tengas tú por común [inmundo o inferior] (Hechos 11: 9). Romanos 12: 3 también les dice a los creyentes “… que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener …”. Si este compañero se ofendía o no, decidí compartir con él una perspectiva más bíblica.

Después de que una turba enfurecida de judíos buscara matar a Pablo en el templo, las autoridades romanas lo arrestaron. Mientras se lo llevaban, pidió hablar con sus atacantes. Estaba enfocado en contarles tres cosas que necesitaban escuchar, incluso si los ofendía más. Al dar su testimonio de haber sido salvo en el camino a Damasco, especificó que una voz celestial le habló y se identificó diciendo: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues” (Hechos 22: 8). Esta sería una referencia inoportuna para estos judíos que consideraban a Cristo un impostor blasfemo. Pablo continuó. Dijo que cuando más tarde fue a Jerusalén para ministrar en el nombre del Señor Jesús, se le advirtió divinamente “Date prisa, y sal de inmediato de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí” (vs. 18). Esto no solo hablaba del duro corazón de los judíos en el pasado, implicaba su presente y persistente condición. Finalmente, Pablo compartió que, dado que los judíos rechazaban la fe en su Mesías, el Señor Jesús le dijo: “Apártate, porque yo te enviaré lejos a los gentiles” (vs.21). Esta referencia a ministrar a los gentiles ofendió tanto a estos judíos fanáticos que los puso frenéticos, pidiendo además la muerte de Pablo. Pero cada una de estas cosas era verdad y necesitaban escucharla.

Nunca debería ser nuestro objetivo ofender a las personas, y deberíamos ser sabios al tratar de evitar el comportamiento o el habla ofensivos. Pero, incluso si ofendes a los perdidos, debemos compartir con ellos que las obras meritorias no los salvarán. Solo la fe en Jesucristo aparte de todas las obras lo hará. No dejes que el miedo a ofender al perdido te silencie. ¡Alza tu voz!