Tenemos un allegado que está luchando con el alcoholismo. Una vez embriagado, se vuelve odioso, violento y extremadamente abusivo. Esto le ha costado relaciones y su matrimonio cuando infligió lesiones físicas a otras personas a su alrededor. Eventualmente, con grandes dificultades, ha podido permanecer sobrio durante siete años. Entonces, un supuesto amigo lo convenció de que había estado sobrio el tiempo suficiente como para poder volver a beber, y todo estaría bien. Lo que sucedió fue predecible. Reincidió en las borracheras, el abuso y la constante intoxicación.
¿A qué eres adicto? ¿café, medicamentos recetados, aerosol nasal, al trabajo, televisión, deportes o aparatos electrónicos? Ya sea que nos demos cuenta o no, la mayoría de nosotros somos adictos a algo. Debemos ser cuidadosos con lo que permitimos que nos atraiga constantemente. El apóstol Pablo escribió en I Corintios 6:12: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todo me conviene; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna”.
La mayoría de las adicciones son malas, pero hay una que es muy buena. Pablo nos señala esto mediante el uso de la adicción de una familia entera como ejemplo. En I Corintios 16:15, él dijo: “les ruego, hermanos, (saben que la casa de Estéfanas … se han dedicado al servicio de los santos)”. Estos creyentes tomaron la decisión consciente de llenar sus vidas de una constante actividad que ministrara espiritualmente a otros. Suponemos que esto significaba dar palabras de aliento, apoyo en la oración, estar presente en momentos de necesidad, compartir la Palabra de Dios, retar a los demás cuando sus piernas espirituales se debilitaban, y más. Siguieron el ejemplo de Pablo, expresado en sus palabras: “A pesar de ser libre de todos, me hice siervo de todos …” (I Corintios 9:19). Oh, si todos nos volviéramos tan adictos a dar ministerio a los demás, que eso nos atrajera perpetuamente, que no pudiéramos detenerlo, permitiendo que nos defina, que nos haga personas diferentes y mejores, y nos diera paz como ninguna otra cosa. Al describir esta familia de siervos, Pablo dijo, “… tranquilizaron mi espíritu y el de ustedes. Reconozcan, pues, a los tales” (I Corintios 16:18).
¿Conoces a alguien dedicado al ministerio de otros santos? Si es así, agradece hoy con cooperación, una expresión de gratitud y un mayor grado de respeto. Luego, busca seguir su ejemplo. Conviértete en adicto al ministerio de Cristo.