Haz que cuente – I Corintios 15:9-10

by Pastor John Fredericksen

Print This Article

En la película de 1998, Saving Private Ryan, El capitán John Miller llevó a sus hombres detrás de las líneas enemigas para encontrar a James Ryan, cuyos tres hermanos habían sido asesinados recientemente en acción. Su misión era sacar a Ryan del peligro para que su familia no perdiera al único hijo que le restaba. La película terminó con el capitán Miller herido de muerte. Con su último aliento, acercó al soldado Ryan y susurró las palabras: “Gana esto”. Él quería que Ryan se diera cuenta del gran sacrificio de vidas humanas empleado para garantizar su seguridad. Por lo tanto, necesitaba que viviera una vida digna de tal sacrificio.

Antes de la salvación, Pablo había sido un perseguidor despiadado de la Iglesia del Reino Judío. Había encarcelado a hombres y mujeres, causando que fueran brutalmente torturados hasta la muerte a menos que renunciaran a la fe en el Señor Jesucristo. Entonces, el Salvador confrontó a Saúl, más tarde conocido como Pablo, con una luz cegadora y le preguntó “por qué” perseguía al Señor Jesús a través de los creyentes. El resultado de este encuentro es que Pablo fue maravillosamente salvo. Después de su salvación, hay dos cosas notables que recordar. Primero, nunca olvidó la profundidad del pecado del cual el Señor Jesús lo había salvado. Él había sido un hombre despiadado que estaba espiritualmente muerto en una religión falsa. Parte de su testimonio fue el siguiente: “Pues yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (I Corintios 15: 9). Una lección importante de la vida de Pablo es que uno no debe quedar paralizado por un sentimiento de indignidad debido al pecado antes o incluso después de la salvación. En cambio, uno simplemente debe permitir que este recordatorio nos llene con un profundo sentido de gratitud por nuestra salvación. Segundo, Pablo dijo que “la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no ha sido en vano. Más bien, he trabajado con afán más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que ha sido conmigo” (I Corintios 15:10). En otras palabras, Pablo se dio cuenta del sacrificio supremo que Cristo hizo en la cruz, y eligió vivir digno de lo que Cristo había hecho por él. A partir de entonces, vivió por la causa de Cristo con sinceridad y servicio constante. La gracia de Dios extendida a él no fue en ningún sentido “en vano”.

Que la gracia de Dios para ti en ningún sentido sea “en vano”. ¡Asegúrate de vivir una vida digna del sacrificio que Cristo hizo por ti!