El 13 de enero de 1982, el vuelo 90 de Air Florida se estrelló contra el hielo que cubría el río Potomac, justo a las afueras de Washington, DC. Con los brazos fracturados y las piernas rotas, seis almas nadaron hacia la superficie sin voltear a ver a sus compañeros de viaje. Cuando un helicóptero llegó bajando una cuerda de salvamento para sacar a Arland Williams Jr., de 46 años, dos veces le entregó el salvavidas a otro pasajero. Cuando el helicóptero regresó por tercera vez para sacar a Arland, había sucumbido la hipotermia. Entregó su vida de manera desinteresada para salvar a otros.1
En I Corintios 5:7-8, el apóstol Pablo les recordó a los creyentes en la Dispensación de la Gracia otro sacrificio desinteresado por los demás. Él dijo: “Límpiense de la vieja levadura, para que sean una nueva masa, como lo son en realidad sin levadura; porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado”. La Fiesta de la Pascua era una celebración anual iniciada por el Señor para conmemorar la liberación de Israel de la cruel esclavitud de Egipto. En las primeras celebraciones, por cada familia se sacrificaba un cordero sano. La sangre debía colocarse en el marco de la puerta para que el ángel de la muerte pasase por la casa sin llevarse a su primogénito. Los ocupantes debían consumir todo el cordero con pan sin levadura. La levadura era esencialmente un fermento que se extendía en la masa. Incluso una pequeña cantidad era efectiva. La levadura representa el pecado. Por lo tanto, en la celebración anual, toda levadura era eliminada de cada hogar judío. ¿Por qué Pablo les hablaría a los santos de la Pascua judía? Lo hizo para recordándoles que el Señor Jesús fue el último Cordero de la Pascua, ocupando el lugar de todos los sacrificios anteriores. Nuestro Salvador fue el Cordero perfecto, sin pecado, que sacrificó su vida para expiar nuestros pecados, para que la ira eterna de Dios no caiga sobre nosotros. Luego, recordando el sacrificio de Cristo por nosotros, Pablo instó a los santos pecadores en Corinto a purgar las prácticas pecaminosas en sus vidas, como se hacía con la levadura. Simbólicamente, debían “celebrar la fiesta” al vivir separados de “la levadura de malicia y maldad … con pan sin levadura de sinceridad y verdad” (I Corintios 5: 8).
¿Estás lo suficientemente agradecido con tu Salvador que voluntariamente entregó su vida por ti, que estás tratando de purgar las prácticas pecaminosas de tu vida? Expulsar el pecado de tu vida demuestra la “sinceridad y verdad” que Cristo anhela ver en ti.