Mientras asistía a una universidad cristiana para prepararme para el ministerio, uno de mis más preciados recuerdos fue el de miles de estudiantes reunidos para la cena dando colectivamente gracias a Dios. Dar gracias antes de comer es algo que hemos practicado regularmente desde que confiamos en Cristo para la salvación. Incluso ha sido testimonio en los restaurantes donde, en ocasiones, hay personas que nos agradecen por este ejemplo.
Cuando el Salvador se preparó para alimentar milagrosamente a “cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños” (Mateo 14:21), primero hizo una pausa para dar gracias al Padre. Mateo 14:19 simplemente dice, “… y, alzando los ojos al cielo, los bendijo. Después de partirlos, dio los panes a sus discípulos …”. Juan escribe, “y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban” (Juan 6:11). Sin duda, el propósito del Señor al proporcionar este registro claro es permitir que nos demos cuenta de que, si el Hijo de Dios se detuvo para dar gracias antes de comer, también deberíamos hacerlo cada vez que somos bendecidos por el Padre teniendo algo para comer.
No solo tenemos este ejemplo del Señor Jesucristo, tenemos otras Escrituras que también enseñan la práctica de dar gracias antes de comer. Romanos 14: 6 nos dice: “El que come para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come y da gracias a Dios”. El punto aquí es esencialmente que los incrédulos no le dan gracias a Dios antes de comer porque no reconocen al Señor. Pero, los creyentes deben dar gracias antes de comer porque deben reconocer al Señor como el verdadero proveedor de su comida diaria. De manera similar, aprendemos de I Timoteo 4: 3-4 que “Dios creó [las carnes] para que, con acción de gracias, participasen de ellos los que creen y han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno, y no hay que rechazar nada cuando es recibido con acción de gracias”.
Basado en estas Escrituras, alentamos a cada creyente a cultivar la práctica de detenerse a orar consistentemente antes de cada comida. Sin embargo, le instamos a no hacerlo con oraciones memorizadas mecánicamente, o como un mero ritual. En lugar de eso, habla con el Señor desde un corazón agradecido, lo reconoce como el verdadero proveedor de la comida y dale gracias por su generosa provisión.