Mientras crecía, en Nebraska, recuerdo vívidamente los fríos días de otoño, cuando los árboles perdían todas sus hojas y temía por los días de invierno mucho más fríos que se avecinaban. Odiaba luchar con el congelamiento, raspar hielo de los parabrisas, palear la nieve y sentir frío hasta los huesos. Tal vez soy demasiado débil, pero nunca entendí realmente cuando los amigos decían: “Me encantan los cambios de estación, incluso el frío y la nieve”. Cuando escucho cosas como estas, pienso: “¿Estás loco?”
He escuchado a algunos comentar en broma sobre el testimonio de Pablo cuando dice: “… nos gloriamos en las tribulaciones …” (Romanos 5: 3). Pablo no fue insincero al decir esto, ni lo habían golpeado demasiadas piedras en la cabeza. Lo decía en serio. Debido a que se había dado cuenta de que el dolor de la prueba le hacía ganar madurez espiritual, eligió mirar estas situaciones difíciles a través del lente de la fe. Hubo cuatro razones por las que Pablo se regocijó en cualquier juicio que se cruzó en su camino. Primero, aprendió que “la tribulación nos fuerza a tener paciencia” (5: 3b), lo que significa una resistencia. Así como los ejercicios exigentes producen músculos más fuertes, las dificultades producen experiencias por las que Dios te lleva y te recuerda que puedes hacerlo de nuevo. Segundo, “la prueba [produce] esperanza” (5:4b) Esperanza significa expectativa de confianza. Las pruebas sufridas a través de la gracia de Dios nos refuerzan la confianza de poder enfrentar cualquier cosa con la fuerza del Señor. En tercer lugar, Pablo se gloría en la tribulación porque ha aprendido que “la esperanza no avergüenza” (5:5). La palabra “vergüenza” viene de avergonzar. Un creyente no necesita avergonzarse ante los perdidos ya que demuestra una fe que cambia vidas. Enfrenta la prueba con la resistencia de Dios. Recuerda las victorias pasadas a través de la gracia de Dios. Y así enfrenta los problemas con confianza, esperando la habilitación de Dios. Finalmente, Pablo se gloría en la tribulación “porque (por ella) el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (5:5). Pablo notó que sintió más el amor de Dios por él en tiempos de prueba que en otro momento. Tal vez por la quietud y dependencia del Señor.
No tienes que estar loco para regocijarte y gloriarte en las pruebas. Simplemente tienes que darte cuenta de que el dolor en las dificultades puede producir un verdadero beneficio espiritual. Regocíjate en la habilitación de Dios a través de pruebas pasadas y confía en que Él te capacitará en lo que te depare el futuro.