Actualmente, nuestro nieto mayor, Connor, está obsesionado con su mochila roja. Empaqueta todo lo imaginable allí: juguetes, ropa, las llaves del auto, teléfonos, comida, linternas, anteojos y más. Él ama esa mochila e insiste en llevarla a todas partes. Para Connor, no importa si está caminando, sentado en el sofá, montando en su bicicleta o pasea en el auto, su mochila va con él. Recientemente, sin embargo, cuando estaba listo para salir de casa, no pudo encontrarla. Él no iría a ningún lado sin ello. En su ataque frenético de pánico, les pedía a todos que lo ayudaran a encontrar su preciosa mochila.
Me acordé de este incidente mientras leía el Salmo 14: 2, que dice: “Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había alguno entendido, que buscara a Dios”. De este versículo entendemos que El Señor quiere que busquemos continuamente Su rostro en la comunión diaria. Después de todo, esta fue una de las razones por las cuales el hombre fue creado y colocado en el Jardín del Edén. Al darse cuenta de que este es uno de nuestros principales propósitos, tal como lo diseñó el Señor, David instó a sus hermanos judíos: “Buscad al Señor y su poder; buscad siempre su rostro” (Salmo 105: 4). Él practicó lo que predicó. Su testimonio fue: “Al Señor busqué en el día de mi angustia…” (Salmo 77: 2), “busqué al Señor, y él me oyó …” (Salmo 34: 4). Pero David no solo buscó al Señor durante los tiempos difíciles, ni tampoco buscó al Señor de manera intermitente. Eligió buscarlo cada día. Su testimonio fue: “Una cosa he demandado al Señor, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo “(Salmo 27: 4). ¿Qué significa buscar al Señor? Eso comienza con una decisión. David instó en I Crónicas 22:19, “Poned, pues, ahora vuestros corazones y vuestros ánimos en buscar a Jehová vuestro Dios…”. Entonces fortalecemos esta decisión cuando diariamente “Inquirimos en el libro del Señor, y leemos…” (Isaías 34:16) y hacemos lo que hizo Daniel, “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole (a Él) en oración y ruego…” (Daniel 9: 3). Escojamos hoy obsesionarnos con nuestra relación con el Señor, así como Connor no se aleja de su mochila. Neguémonos a ir a cualquier lugar sin hacer de él nuestro compañero más cercano.