“¿Me amas?” – Salmo 18:1

by Pastor John Fredericksen

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Mi esposa estaba enseñando en una escuela cristiana cuando, un día, dos hermanos llegaron a clase totalmente devastados. Venían de lo que parecía ser un sólido hogar cristiano. Tristemente, acababan de enterarse que su padre se había ido para vivir con otra mujer. La esposa podría haber elegido estar enojada, amargada y hostil. En su lugar, tomó la decisión consciente de seguir amando a su esposo y de instarlo a volver a casa. Cuando llegaron los papeles del divorcio, se resistió confirmando nuevamente su amor y pidiéndole que volviera a casa. Ella y otras personas oraron para que Dios tocara el corazón del hombre para que volviera con su esposa e hijos. Después de casi un año, en gran parte debido a su decisión de amar, el esposo regresó con su familia y al camino del Señor.

Los diccionarios y medios modernos erróneamente definen el amor como un fuerte afecto o emoción. Pero, en esencia, amar es una decisión. Las emociones usualmente llegan más tarde. En el Salmo 18: 1 David escribió: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía”. David tomó esta decisión porque a menudo en las Escrituras el Señor instruía a Israel para que lo amara. El primero de los Diez Mandamientos es: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. (Deuteronomio 6: 5). El Señor Jesús explicó que este era el mayor de todos los mandamientos de Dios (Mateo 22: 36-38). Por lo tanto, como portavoz de Dios, Moisés le dijo a Israel, “… yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos…” (Deuteronomio 30:16). David también imploró a otros que tomaran esta decisión, diciendo: “Amad a Jehová, todos vosotros sus santos …” (Salmo 31:23). Todavía hoy, es la voluntad del Señor que decidamos conscientemente amarlo. En II Tesalonicenses 3: 5, el apóstol Pablo escribe: “Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo”. Si el amor a Dios fuera solo una emoción sin control, estas instrucciones no tendrían sentido. Pero todos estos mandamientos implican que amar al Señor es una decisión, un acto de nuestra voluntad. Si el Señor Jesús estuviera físicamente junto a ti en este momento, tal vez te haría la misma pregunta. Le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?” (Juan 21: 15-17). Si tu amor por el Salvador se ha desvanecido, toma la decisión en este momento de amarlo como antes y seguirlo fervientemente.