Abraham Lincoln creó el Servicio Secreto el 14 de abril de 1865, el día en que fue asesinado. Aunque originalmente se diseñó para descubrir monedas falsificadas, sus agentes comenzaron a vigilar a tiempo completo al presidente después del asesinato en 1901 del presidente William McKinley. Además de rastrear cerca de 1,500 amenazas de muerte presidenciales cada año, y coordinar sus esfuerzos con varias agencias gubernamentales, los agentes del Servicio Secreto actúan como guardaespaldas. Al igual que los soldados de la policía y los militares, los agentes del Servicio Secreto también hacen un juramento para cumplir con su deber, sabiendo que pueden perder la vida. Se espera que brinden la máxima seguridad a los presidentes de los Estados Unidos, independientemente del costo personal que esto les pueda traer.
Necesitamos la máxima seguridad también en el ámbito espiritual. Nuestro Salvador no “recibió una bala” por nosotros, sino que voluntariamente sufrió tres clavos y una lanza, mientras entregó su vida para rescatar del castigo eterno a los pecadores perdidos. Afortunadamente, una vez que confiamos en la obra terminada del Señor Jesucristo como nuestra única esperanza para la vida eterna, recibimos el perdón completo y la seguridad eterna. Efesios 1:13 nos dice que en el momento en que solo confiamos en Cristo, somos “sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido”. Es interesante que Dios eligiera utilizar la palabra “sellado” para describir cuán seguros estamos en nuestra salvación. Estamos sellados como una bóveda para que nadie, ni siquiera Satanás, pueda penetrar para robarnos la posesión valorada de Dios. Estamos sellados como una lata de fruta preciosa para que el aire exterior no pueda dañar lo que está adentro y para que el producto adquirido no se derrame o se pierda. Romanos 8:35 confirma este principio, explicando que nada “nos separará del amor de Cristo” y no podemos hacer nada para evitarlo. También estamos sellados como un documento legal, identificado por una marca hecha en cera, o por una firma oficial. El Espíritu Santo residente es el agente especial de Dios designado con el deber de mantener nuestra salvación segura. Desde el momento en que confiamos en Cristo, su presencia interior (II Corintios 1:22; I Corintios 6:19) es como un sello autoritario que garantiza que estamos “sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30).
No confíes en tus sentimientos, tu historial de comportamiento pecaminoso o lo que otros dicen acerca de perder tu salvación. Confía en lo que Dios dice en Su Palabra. La Escritura declara que estamos sellados por el Espíritu Santo, y nos promete que estamos eternamente seguros. Regocíjate en esta verdad y compártela con alguien hoy.