Los talentosos atletas de nuestro tiempo han llegado a ser héroes. Mohammad Ali se proclamó a sí mismo como el mejor boxeador del mundo. Jim Brown se declara el mejor corredor de la historia del fútbol. Muchos consideran a Michael Jordan como el mejor jugador de baloncesto de su época. Michael Phelps es ampliamente considerado como el mejor nadador de todos los tiempos. Pero estas figuras deportivas eventualmente serán en gran parte olvidadas. También palidecen en comparación con alguien que todavía es recordado como el individuo que el Señor consideró como uno de los más grandes de sus servidores humanos.
Deuteronomio 34:10 rinde homenaje a Moisés diciendo: “Nunca en Israel se levantó otro profeta como Moisés, a quien el SEÑOR conociera cara a cara”. Pero, ¿qué hizo que Moisés fuera tan grande a los ojos de Dios? Hebreos 11:24-26 nos dice que, como un hombre de fe en Jehová, cuando Moisés “llegó” en la casa de Faraón, “rehusó ser llamado hijo de la hija del faraón”. En vez de eso, decidió alinearse con el pueblo de Dios, la nación de Israel. Cuando el Señor llamó a Moisés para que fuera Su instrumento por el cual Él liberaría a Israel de la esclavitud de Egipto, Moisés se consideró indigno. Esto fue principalmente porque “Moisés era un hombre muy manso [o humilde], más manso que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra” (Números 12:3). Esta actitud de inadecuación fue, en gran parte, lo que lo calificó para el servicio porque lo ayudó a confiar en el Señor y le dio a Jehová toda la gloria. Como representante de Dios en Israel, siempre que el Señor lo instruye, él consistentemente “llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en su presencia todas estas palabras que el SEÑOR le había mandado” (Éxodo 19:7). Él no rehusó la oportunidad de ser el portavoz de Dios, ni añadió o quitó las palabras del Señor. Por lo tanto, Dios describió a Moisés como: “mi siervo… fiel en toda mi casa” (Números 12:7). De hecho, Moisés fue fiel, no solo por un tiempo, sino también por décadas y bajo muchas circunstancias adversas. Finalmente, “… SEÑOR hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Éxodo 33:11). Moisés tuvo una relación regular e íntima con el Señor. Si bien hoy no debemos seguir la Ley de Moisés, debemos tratar de emular las cualidades que hicieron a Moisés grande. Debemos cultivar la humildad genuina, una interacción íntima con Dios en la oración, la disposición a servirlo, el cuidado de su Palabra y la fidelidad durante los años.