Gracias a este libro, he tenido la bendición de conocer a muchas personas muy piadosas. Entre estas personas estaba Lois, la madre de mi mejor amigo en la universidad. Ella personificaba a las “mujeres santas” de antaño (I Pedro 3:1-6) que tuvieron un caminar constante y cerca del Señor mientras cultivaban la piedad genuina del “hombre justo y cabal en su generación” (vs.4). Ella era un ejemplo amable y piadoso para su esposo e hijos. Lois leía su Biblia todos los días, oraba a menudo, aludía a las Escrituras, se presentada con su esposo, daba sabios consejos bíblicos y era simplemente fiel.
Dios intencionalmente nos deja un registro en las Escrituras de un número de creyentes que, como tal, tuvieron una relación consistentemente estrecha con Él. Génesis 6:9 nos dice, “Noé caminaba con Dios.” Mientras que el mundo a su alrededor se había vuelto tan vil que ya no querían “tener en cuenta a Dios”, “cambiaron la verdad de Dios por la mentira” y “veneraron… a la creación antes que al Creador” (Romanos 1:28-25), Noé caminó con Dios. Su relación se demostró en su obediencia para construir el arca durante más de 120 años, aunque probablemente fue ridiculizada por los perdidos. Del mismo modo, “Enoc caminó con Dios … trescientos años” (Génesis 5:22-24). También debe haber habido algo muy cercano, único y consistente en su caminar diario con el Señor porque “Dios lo llevó” en Su presencia (vs.24), evitándole los dolores de la muerte física. Levi era “un mensajero del SEÑOR de los Ejércitos” por medio del cual Israel debía aprender “la ley de verdad [mosaica] [que] estuvo en su boca” (Malaquías 2:6-7). Era digno de ser el instrumento de Dios para el ministerio espiritual porque “en sus labios no se halló iniquidad. En paz y en justicia anduvo conmigo y a muchos apartó del pecado” (vs.6). Además, parece que “… los labios del sacerdote han [o] de guardar el conocimiento [de la Palabra escrita de Dios], y [influyeron en otros] … de su boca ha de buscar la instrucción” (vs.7). Durante la era de los primeros Hechos, Apocalipsis 3:4 se refiere a “pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestidos [con conducta pecaminosa], y que andarán conmigo en vestiduras blancas [en un estado eterno], porque son dignas”.
Que estos ejemplos nos animen también hacer que nuestra caminata consistente con Dios sea nuestra mayor prioridad. A partir de hoy, propongamos comenzar cada día con la oración, dando tiempo a la Palabra de Dios, una práctica diferente al pecado y que debe mantenerse con consistencia sin importar los obstáculos.