Apenas Dios le había dado la Ley a Moisés cuando ordenó que la pusieran en un ataúd (caja, arca, coffin en inglés). Así es: un ataúd. La razón de esto es que el pacto mosaico estipulaba claramente:
“Ahora pues, SI DE VERDAD OBEDECEIS MI VOZ y guardáis Mi pacto, ENTONCES seréis para mí un tesoro peculiar sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5).
Israel, por supuesto, no obedeció la voz de Dios, sino que violó la Ley incluso antes de que Moisés descendiera del Sinaí. Fue por esto que Dios, en gracia, ordenó: “Y harán un arca…” (Éxodo 25:10). Esta palabra “arca” se traduce “ataúd” en el último versículo del Génesis y ese es su significado simple. Pero, ¿por qué Dios ordenó un ataúd como el primer mueble del tabernáculo? La respuesta es: Para poner la Ley. Léelo tú mismo:
“Y pondrás en el ARCA el testimonio [la Ley] que yo te daré… y pondrás el propiciatorio arriba sobre el arca…” (Vers. 16,21).
Si Dios no hubiera puesto el pacto de la Ley en un ataúd y no hubiera recibido a Su pueblo desde un “propiciatorio”, ninguno de ellos habría sido salvo.
Este tipo del Antiguo Testamento tiene una lección para nosotros hoy, porque si Dios tratara con nosotros de acuerdo con nuestras obras, ninguno de nosotros sería salvo jamás, sino que “Cristo murió por nuestros pecados”, satisfaciendo por nosotros las demandas justas de una Ley quebrantada, de modo que para que podamos ser salvos por gracia mediante la fe en Su obra redentora.
Col. 2:14 dice acerca de esta “acta de decretos que había contra nosotros”, que nuestro Señor, en la muerte, “la quitó de en medio, clavándola en la cruz”, y Rom. 7:6 explica:
“Pero ahora estamos LIBRES DE LA LEY, por haber MUERTO para aquella en que estábamos sujetos; DE MODO QUE SIRVAMOS BAJO EL RÉGIMEN NUEVO DEL ESPÍRITU, y no bajo el régimen viejo de la letra”.
Así, los creyentes en Cristo son salvos “por gracia… mediante la fe… no por obras”, sino “para las buenas obras, que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:8-10).