Pablo, el patrón

by Pastor Cornelius R. Stam

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Muchas personas religiosas toman al Señor Jesucristo como modelo de vida. Lo llaman “El Gran Ejemplo”. Cuando surgen problemas, se preguntan: “¿Qué haría Jesús?” Buscan la salvación “caminando en sus pisadas”.

Si bien las virtudes morales y espirituales de nuestro Señor son ciertamente dignas de emulación, hubo muchos detalles en Su conducta que no debemos imitar. Por ejemplo, ninguno de nosotros estaría en condiciones de pronunciar sobre los hipócritas religiosos de nuestros días los amargos ayes que nuestro Señor pronunció sobre los fariseos de su época, simplemente porque todos tenemos mucho de fariseo en nosotros.

Ciertamente no podemos ser salvos “siguiendo a Cristo” o esforzándonos por vivir como Él vivió. Su perfecta santidad sólo enfatizaría nuestra injusticia y nos condenaría. Él vino a salvarnos, no con Su vida, sino con Su muerte. “CRISTO MURIÓ POR NUESTROS PECADOS” (I Cor. 15:3), y los pecadores son “reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” (Rom. 5:10).

Pero Dios nos ha dado un modelo para la salvación. No es otro, sino el del apóstol Pablo, el principal de los pecadores salvados por gracia. Escuche lo que dice por inspiración divina:

“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: QUE CRISTO JESÚS VINO AL MUNDO PARA SALVAR A LOS PECADORES, de los cuales yo soy el primero” (I Tim. 1:15).

Recuerde que Pablo, como Saulo de Tarso, había liderado a su nación y al mundo en rebelión contra Dios y Su Cristo. Estaba “sumamente enojado” contra los discípulos de Cristo y “respiró amenaza y matanza” contra ellos. ¿Por qué entonces Dios lo salvó? Continúa diciéndonos en el siguiente verso:

“Sin embargo, por esto obtuve misericordia, para que Jesucristo manifestara en mí primeramente toda paciencia, PARA MODELO para los que en lo sucesivo creerían en él para vida eterna” (Ver.16).

La moraleja: ponte del lado de Pablo. Admite que eres un pecador y su Salvador también te salvará.