San Pedro no se equivocó cuando declaró en Pentecostés que los últimos días habían comenzado (Hechos 2:16,17). De hecho, habían comenzado, pero Dios tenía un plan secreto para darle al mundo un período de gracia antes de sofocar su rebelión y enviar a Cristo a reinar.
Este propósito secreto acerca de “la dispensación de la gracia de Dios” es el tema de las epístolas de Pablo. Sin embargo, es interesante ver cómo el último mensaje de Pedro explica la razón de esta interrupción en el programa profético de Dios y la demora en el regreso de Cristo para reinar. Primero, dice en II Pedro 3:8:
“Pero, amados, no ignoréis esto, que un día es con el Señor como mil años, y mil años como un día”.
Fíjate bien, esta no es nuestra débil explicación ahora en cuanto a la demora en el regreso de Cristo. Esta declaración se hizo al comienzo de este tiempo de espera, en el amanecer de la era de la gracia. Pero sigamos con la declaración de Pedro:
“El Señor no tarda en cumplir su promesa…sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (Ver. 9).
Por lo tanto, la demora en el regreso de Cristo para juzgar y reinar no se debe considerar como “pereza” o laxitud, sino longanimidad. Así, el Apóstol continúa diciendo:
“Y tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor es salvación…”
¿De dónde obtuvo Pedro esta información? ¿Cómo supo acerca de “la dispensación de la gracia de Dios”? El versículo 15 explica:
“Como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito.”
A Pablo en particular se le encomendó “el evangelio de la gracia de Dios” que proclamamos hoy (Hechos 20:24). Pedro reconoció esto (Gálatas 2:2, 7, 9), y cerró su segunda epístola con la exhortación:
“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (II Pedro 3:18).