Con respecto al conflicto que se da continuamente entre la vieja y la nueva naturaleza en el creyente, San Pablo dice:
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; y éstos se oponen entre si, de modo que no podéis hacer las cosas que queréis” (Gálatas 5:17).
Sobre este conflicto en su propia experiencia personal, escribe:
“Porque el bien que quiero, no lo hago, sino el mal que no quiero, eso hago.
“Porque me deleito en la ley de Dios según el hombre interior:
“Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:19, 22, 23).
Algunos han enseñado que no necesitamos experimentar esta lucha continua entre la vieja naturaleza y la nueva. Dicen: “Sal del 7 de Romanos al 8”.
Les recordamos que el Apóstol Pablo escribió Romanos 7 y Romanos 8 en la misma sesión; que en el idioma original la carta continúa sin interrupción, sin siquiera una división de capítulo.
Así, el mismo apóstol que exclama: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Rom. 8:1), se refiere en la misma carta, sólo unas pocas frases antes, y en tiempo presente, a “la ley del pecado que está en mis miembros”, y reconoce libremente la operación actual de esa ley en sus miembros, como hemos visto anteriormente.
Entonces, ¿cómo saldremos del capítulo 7 de Romanos al 8? Pablo experimentó ambos al mismo tiempo, y nosotros también, porque mientras estamos libres de la condenación del pecado, el pecado mismo continúa obrando dentro de nosotros, y debemos constantemente “hacer morir las obras de la carne” (Rom. 8: 13).