“Todo lo que os diga, hacedlo” (Juan 2:5).
Cuando, en las bodas de Caná, la madre de Jesús vio que el vino se había acabado, primero se acercó a Él para pedirle ayuda, pero recibió una respuesta que todos los teólogos de los siglos no han podido suavizar: “,¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha llegado mi hora” (Juan 2:4).
Ella debe aprender la dolorosa lección de que, como Hijo de Dios, Él debe negar las afirmaciones de cualquiera que se jacte de tener una relación más estrecha con Él por motivos de nacimiento físico.
María no debe pensar en Él como “Mi hijo”. Ella debe, como todos los demás, aprender a conocerlo como su Señor y Salvador.
Sin embargo, humilde, creyendo que María podría tomar bien la lección. Antes de esto, cuando Él había hablado de manera similar, ella había “guardado todas estas palabras en su corazón”. Ahora se dirige a los sirvientes y les dice: “Todo lo que Él os diga, hacedlo”.
María haría lo mismo hoy. Si pudiera hablar, dirigiría a sus adoradores hacia el Señor Jesucristo, y diría: “Todo lo que Él os diga, hacedlo”.
Curiosamente, la gran mayoría parece pensar en Sus palabras solo como las palabras que pronunció mientras estuvo en la tierra. Han olvidado o nunca han sabido que nuestro Señor Jesús habló de nuevo desde el cielo por revelación al Apóstol Pablo y que en sus epístolas tenemos las palabras del Señor Jesús para nosotros hoy (Ver Gálatas 1:11,12; 2:7- 9).
Pablo era, en un sentido especial, el embajador del Señor rechazado. A él le fue encomendado “el evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24) y el misterio del “propósito eterno” de Dios (Efesios 3:1-11). Al concluir su primera epístola a Timoteo, escribió: “Si alguno enseña otra cosa [de lo que había estado enseñando] y no consiente en palabras sanas, AUN LAS PALABRAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO… está envanecido, no sabiendo nada… de tales aléjate” (ITim.6:3-5). Asimismo, a los corintios rebeldes escribió: “…Si vuelvo otra vez, no seré indulgente, PUES BUSCÁIS PRUEBA DE QUE CRISTO HABLA EN MÍ…” (II Cor.13:2,3).
El consejo de María hoy sería creer en el evangelio que predicaba Pablo, “…cómo CRISTO MURIÓ POR NUESTROS PECADOS, según las Escrituras…fue sepultado, y…resucitó al tercer día…” (ICor.15:3,4).