“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).
El apóstol Pablo nos introduce a nuestra segunda frase cuando declara que los creyentes tienen “paz con Dios”. Si bien podemos vivir a la luz del hecho de que la paz mundial continúa eludiéndonos, podemos tener paz con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo. Si tenemos esta paz, todo puede derrumbarse a nuestro alrededor, pero tenemos la seguridad de que nada nos separará jamás del amor de Dios en Cristo Jesús.
Estoy seguro de que la mayoría de nosotros hemos oído decir en un momento u otro: “Ya es hora de que hagan las paces con Dios”. Los que tratan de hacer las paces con Dios son dignos de lástima. Hay literalmente millones en este mismo momento que luchan por esta paz, pero no la encontrarán porque están buscando en todos los lugares equivocados.
Lo están buscando en su propia fuerza y sabiduría, y el resultado final será la desilusión. ¿Cómo se obtiene esta paz? Permítanme comenzar mostrando cómo no se obtiene.
“Ahora bien, para el que obra, la recompensa no se cuenta como gracia, sino como deuda. Mas al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4,5).
Primero aprendemos que no puedes recibir la paz con Dios por tu propio mérito. No es posible obtener esta paz a través de buenas obras, oraciones repetidas, ayuno o confirmación. De hecho, puedes ir a los servicios de la iglesia todos los días de tu vida y no experimentar esta paz.
En segundo lugar, no puedes adquirir esta paz guardando ordenanzas como la circuncisión o el bautismo en agua. Pueden verter sobre ustedes todos los océanos del agua, pero nunca les concederá el perdón de sus pecados ni la paz con Dios. Por último, puede hacer todo lo posible por guardar los 613 mandamientos y ordenanzas contenidos en la Ley de Moisés y, a pesar de todos sus esfuerzos, aún no disfrutará de esta paz.
¿Cómo recibimos la paz con Dios? Por fe: si simplemente creemos que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó, no solo somos justificados gratuitamente por Su gracia, sino que también recibimos la seguridad de que estamos bien con Dios. Esto significa que Dios no tiene nada contra nosotros, habiendo juzgado nuestros pecados en el Calvario. El creyente nunca más puede ser puesto en peligro del juicio del fuego del infierno por venir. ¡Dios descansa con nosotros para siempre!