Significativamente, fue a Pablo, no a Pedro, a quien primero se le reveló “el secreto del evangelio”. (Ver Efesios 3:1-3; 6:19). Fue él quien primero fue enviado para proclamar la doctrina de la salvación y para revelar todo lo que se había logrado en el Calvario.
Las Escrituras del Antiguo Testamento habían predicho que los pecados de otros recaerían sobre Cristo, pero no habían explicado cómo la muerte de Cristo sería la base para la justificación del pecador.
Muchos criminales han salido libres porque sus crímenes han sido “atribuidos” a otro, ¡pero esto de ninguna manera ha justificado al criminal! Algunos cristianos sinceros parecen pensar que la sustitución es la cúspide misma de la verdad bíblica, cuando en realidad es solo el comienzo, porque la sustitución en sí misma no implica la justificación del pecador.
También es cierto que la salvación se había ofrecido antes que Pablo. A los hombres se les dijo qué hacer para ser salvos, aunque los términos variaban de vez en cuando, e incluso se les instruyó, a la llegada de Cristo, a creer en Él para la salvación. En ese tiempo todavía se requerían sacrificios, circuncisión, bautismo en agua, etc., para la remisión de los pecados — y cualquier creyente se acercaría a Dios a Su manera. Es por eso que estos ritos religiosos se observaron durante todo el ministerio terrenal de nuestro Señor e incluso hasta Pentecostés.
El apóstol Pablo, sin embargo, fue levantado más tarde para dar a conocer “el secreto del evangelio” y para proclamar los gloriosos logros de Cristo en el Calvario. Todas las ricas bendiciones expuestas de manera tan emocionante en las epístolas de Pablo fluyen hacia nosotros desde el Calvario. La nuestra es una posición celestial porque Él vino a la tierra para morir por nuestros pecados. Nuestra es “la esperanza de gloria”, porque Él sufrió nuestra vergüenza. La nuestra es la bendición de la “paz con Dios” porque Él llevó la ira de Dios sobre el pecado. El nuestro es el alivio de la carga del pecado porque Él llevó esa carga. Cada una de nuestras “todas bendiciones espirituales” nos viene del Calvario. El “secreto del evangelio” de Pablo se centra en el Calvario. No es de extrañar que San Pablo llame a su predicación “la predicación de la cruz”.