¡La conducta de un hombre, en las Escrituras, se llama su “andar”! La Biblia tiene mucho que decir acerca de cómo andamos, moral y espiritualmente. Muchos “andan según sus propias concupiscencias” (II Pedro 3:3) y “andan en tinieblas” (Juan 12:35). Algunos incluso “andan con astucia” (II Cor. 4:2) tratando de desviar a otros. De hecho, incluso los creyentes cristianos a veces son descuidados con su “andar” y hacen que otros tropiecen.
Todo verdadero hijo de Dios debe tener mucho cuidado con su andar o conducta. En Efe. 2:8-10 leemos que aunque los creyentes no son salvos por buenas obras, son salvos “para buenas obras”. La gracia de Dios es la raíz de nuestra salvación, y las buenas obras son el fruto.
Los creyentes sinceros en Cristo son contados como uno con Él, y se espera de nosotros que “como Cristo resucitó de los muertos” después de haber muerto por nuestros pecados, “así también nosotros andemos en vida nueva” (Rom. 6:4).
Los cristianos son exhortados en la Biblia a “andar como es digno del Señor, para agradar en todo” (Col. 1:10), a “andar en el espíritu” para que no puedan “satisfacer los deseos de la carne” (Gálatas 5: dieciséis). Se les exhorta a “andar como es digno de [su] llamado” (Efesios 4:1), a “andar en la luz” (I Juan 1:7) y a “andar como hijos de la luz” (Efesios 5: 8). Se les exhorta a “caminar con diligencia, no como necios, sino como sabios” (Efesios 5:15), a “caminar honestamente” (Romanos 13:13), a “caminar en amor” (Efesios 5:2) y “andar por fe, no por vista” (II Cor. 5:7).
En la Biblia se dice mucho más sobre el andar del creyente, pero nunca se nos dice que es nuestro “andar” o conducta lo que nos hace aceptables para la salvación. Nuestros caminos que fallan y tropiezan nunca podrían ganar la salvación para nosotros. Por el contrario, se nos exhorta a andar agradando al Señor por pura gratitud hacia Él.