Históricamente, es un hecho bien establecido que Jesús de Nazaret nació en Belén en tiempos del Rey Herodes. Mateo y Lucas registran la llegada de nuestro Señor con una sencillez notable que incluso un niño puede entender. Pero es el Apóstol de los gentiles quien explica el significado de la encarnación de Cristo.
Según Pablo
Cuando Cristo dejó la gloria del cielo, Él como Dios, se despojó de la manifestación externa de Sus atributos. Era esencial que el Señor velara la gloria de Su deidad para que la humanidad pecadora pudiera existir en Su presencia.
—Filipenses 2:6,7
La entrada de Cristo al mundo fue por medios naturales como cualquier otro nacimiento. Él nació de la mujer para poder realizar la gran obra de la redención.
—Gálatas 4:4,5
Nuestro Señor se humilló a sí mismo al tomar una forma humana sin pecado para poder experimentar todas las pruebas y tentaciones que encontramos. Por lo tanto, tomó sobre sí mismo la forma de siervo para poder ministrar a los demás.
—Filipenses 2:7,8
En este recipiente puro y sin pecado se vertieron nuestros pecados e iniquidades. Como resultado, Él fue hecho pecado por nosotros para que Su justicia pudiera ser imputada a nosotros.
—II Corintios 5:21
El pesebre y la cruz se encuentran en los extremos opuestos de la vida terrenal de nuestro Señor, pero están conectados de manera única por una revelación especial dada a Pablo de que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”. Se ha dicho: “Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, si Él no nace en ti, tu alma está todavía desamparada”.
Aunque la tradición muchas veces eclipsa la verdad, que Dios, en su infinita gracia, nos use como instrumentos para mostrar a un mundo perdido y agonizante el Camino, que es Cristo Jesús.