“En la edición de marzo, usted escribió que ‘los apóstoles tenían todos los dones del Espíritu’. ¿Qué Escritura verifica esa afirmación?”
Cuando se dieron los dones del Espíritu, a cada hombre se le dio un don, como aclara Pablo cuando escribe:
“Porque a uno le es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro… conocimiento… a otro fe… a otro… sanidad… a otro obra de milagros… lenguas… interpretación de lenguas… pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:8-11).
Esa palabra “varios” significa uno a la vez, cada uno por sí mismo, aparte de los demás, una definición que el contexto allí aclara cuando dice que solo a “uno” se le dio el don de la sabiduría, mientras que a otros se les dieron otros dones.
El Apóstol Pedro, en cambio, tenía el don de lenguas (Hechos 2:4), así como el don de sanidad (Hechos 3:6-8; 5:16) y el de hacer milagros (Hechos 9:36). -41). También ejerció el don de profecía cuando pudo decirle a Ananías que estaba mintiendo (Hechos 5:3,4). Los profetas sabían cosas así (2 Reyes 6:12; Juan 4:18,19). El apóstol Pablo podía hablar en lenguas (1 Corintios 14:18), sanar a los enfermos (Hechos 28:8) y obrar milagros (Hechos 13:11,12; 16:16-18; Hechos 20:8-12; 28:3-5).
Entonces, “las señales de un apóstol” (2 Corintios 12:12) no se exhibieron cuando un hombre usó un don del Espíritu. Se exhibían cuando un hombre demostraba que podía ejercitar más de uno de ellos.