Conocer a Dios a través de Cristo y Su obra redentora es ser verdaderamente rico.
Las Escrituras tienen mucho que decir acerca de las infinitas riquezas de Dios. Nos hablan de “las riquezas de su gloria” (Rom.9:23; Efesios 3:16), “las riquezas de su sabiduría y conocimiento” (Rom.11:33), “las riquezas de su bondad y paciencia y longanimidad” (Romanos 2:4) y “las riquezas de Su gracia” (Efesios 1:7; 2:7). Dios quiere que disfrutemos de estas riquezas a través de la fe en Cristo, quien murió por nuestros pecados.
“Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (IICor.8:9).
Debemos regocijarnos continuamente de que Dios, además de ser rico en sabiduría y conocimiento y en gloria y poder, también es “rico en misericordia” (Efesios 2:4) y que “el mismo Señor de todo es rico para con todos los que lo llaman”. sobre él, porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:12,13).
A Pablo, el primero de los pecadores, salvado por la gracia, Dios le reveló la mayor riqueza de todas. Pablo dijo: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me es dada esta gracia de anunciar entre las naciones las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8). Estas riquezas incluyen, entre otras cosas, “todas las riquezas de la plena certidumbre de entendimiento” (Col. 2:2). ¡Qué maravilloso tener una comprensión inteligente del plan de salvación de Dios y de todo lo que Él se ha propuesto en Su corazón de amor para aquellos que aceptan la salvación que Él ha provisto a través de Su amado Hijo!
Las verdaderas riquezas no se componen de cosas materiales. La Escritura las llama “riquezas inciertas” y nos advierte que no confiemos en ellas (ITim.6:17). La verdadera riqueza es “conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento” y así ser “llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:19).