“Ahora bien, nosotros somos embajadores de Cristo, como si Dios os rogase por medio de nosotros: os rogamos en lugar de Cristo, reconciliaos con Dios… Nosotros, pues, como colaboradores con Él, os rogamos también que no recibáis la gracia de Dios en vano” (2 Corintios 5:20, 6:1).
En 2 Corintios 5:20, aprendemos acerca de nuestro ministerio de reconciliación, de Dios rogando a los incrédulos a través de nosotros, los embajadores de Cristo, para que se reconcilien con Dios. Un par de versículos más adelante, en 6:1, leemos que Pablo, por inspiración del Espíritu Santo, suplicaba a los creyentes que “no recibáis en vano la gracia de Dios”.
Tenemos el privilegio por gracia de ser colaboradores con Dios, y tenemos el privilegio por gracia de ser embajadores de Cristo. Por la gracia de Dios, cada persona reconciliada con Dios está llamada a rogar a las personas que se reconcilien con Dios. Nuestra reconciliación con Dios nos pone a cada uno de nosotros en el ministerio de la reconciliación (5:18).
Sin embargo, no todos en Corinto estaban haciendo esto. Ellos extrañaron su ministerio. “Vano” significa vacío, inútil, sin fruto, sin efecto o propósito. Recibir la gracia de Dios “en vano” es lo opuesto a 2 Corintios 5:15: “Y que por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. ”
Cuando los creyentes viven solo para sí mismos, en lugar de para los propósitos a los que Dios los ha llamado, eso es recibir la gracia de Dios en vano. La gratitud por la gracia de Dios es hacernos querer vivir y trabajar para Aquel que dio todo por nosotros, que murió por nosotros y nos salvó de la eternidad en el lago de fuego.
Tenemos una mayordomía, una responsabilidad, un deber como embajadores de Cristo. Recibir la gracia de Dios en vano no es enseñar que la salvación de los creyentes de Corinto estaba en peligro; es enseñar que la salvación de otras personas estaba en peligro.
En estos versículos, Dios le ruega al creyente que viva como una luz brillante del evangelio por el cuidado de las personas que nos rodean y sus destinos eternos. Recibir la gracia de Dios en vano es vivir una vida sin fin ni sentido. Pero cuando la gracia de Dios se recibe y toca tu corazón, te da un propósito, una mentalidad evangélica, y ves la importancia vital de ser una luz y vivir para lo que es importante para Dios. Y sabemos que las almas de las personas y su destino eterno es infinitamente importante para Dios, porque Cristo murió por todos (2 Cor. 5:15). Así que respondamos a la Palabra de Dios por fe y dejemos que esta lucecita mía… ¡brille!