No Mateo, Marcos o Lucas; ni Pedro, Santiago o Juan, sino que solo Pablo escribió Romanos 11:13 por inspiración divina:
“PORQUE LES HABLO A LOS GENTILES [o DE LAS NACIONES] POR CUANTO SOY APÓSTOL DE LOS GENTILES [NACIONES]: HONRO MI MINISTERIO ” (Romanos 11:13).
Nótese bien que Pablo no se engrandeció a sí mismo, sino a su cargo, para el cual había sido designado por el mismo Señor glorificado. Al defender su apostolado ante los gálatas, escribió:
“Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio que por mí ha sido predicado, no es según hombre. Porque ni lo recibí ni lo aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:11,12).
En muchos otros pasajes el apóstol afirma hablar como un representante directo de Cristo (Ver 1 Corintios 11:23; 15:3; Efesios 3:2,3; 1 Tesalonicenses 4:15; etc.).
A Timoteo, Pablo le escribió acerca de sus propios escritos: “Si alguno enseña otra cosa, y no consiente en las palabras sanas, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, y en la doctrina conforme a la piedad, se enorgullece, sin saber nada… ” (ITim. 6:3,4). Esto no podría indicar más enfáticamente la afirmación de Pablo de que sus palabras eran “las palabras del Señor Jesucristo”, recibidas de Él por revelación directa.
A los corintios, que cuestionaban esto, el Apóstol escribió:
“…SI VUELVO OTRA VEZ, NO SERÉ INDULGENTE, YA QUE BUSQUÉIS UNA PRUEBA DE QUE CRISTO HABLA EN MÍ” (II Cor.13:2,3).
¿La prueba de esta afirmación? Esto fue realmente abrumador, porque Pablo fue utilizado más que cualquier otro apóstol para fundar iglesias y guiar a los hombres al conocimiento y gozo de la salvación. A los creyentes de Corinto les escribió lo que podría haber escrito a muchos miles de personas más: “El sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor” (I Cor. 9:2).