Una vez tuvimos un amigo llamado Richard, un personal de mantenimiento que reparaba motores pequeños. Tenía un perro fiel que le hacía compañía todos los días en su tienda. Esta perra saltó emocionada para saludar a Richard y luego lo siguió como una sombra, dándole afecto y actuando como si pensara que era el padrino del mundo. Un día, mientras observaba todo esto, felicité al perro. Richard sonrió y dijo: “Sabes, ella es la misma todos los días y después de todos estos años, nunca se ha quejado ni una sola vez”.
Es una pena que más personas no tengan el mismo carácter que tenía el perro de Richard: una buena actitud. Pero es posible. ¿Recuerda al profeta de Dios Daniel? Cuando Nabucodonosor conquistó Jerusalén, Daniel, junto con otros, fue llevado cautivo a Babilonia. En este proceso, fue despojado por la fuerza de su libertad, su patria, su nombre y, en última instancia, su virilidad (Daniel 1). Fue puesto a cargo del “príncipe de los eunucos” (1:7), lo que significaba que fue castrado para convertirlo en un súbdito más seguro cerca del rey y su reino. Daniel podría haber respondido a todos estos acontecimientos brutales con ira y resentimiento, pero no lo hizo. La reina describió a Daniel como alguien que tenía “un espíritu excelente” (5:12). Fue por esta cualidad que Daniel había sido elevado a “maestro” de los magos y astrólogos del rey. Al observar el rey a Daniel, lo elevó aún más por su buena actitud. Daniel 6:3 dice: “Entonces este Daniel era preferido a los presidentes y príncipes, porque había en él un espíritu excelente; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino”.
Un predicador famoso comentó una vez que creía que la actitud era más importante que los hechos, la educación, el dinero, las circunstancias, el fracaso o la habilidad, y que eso te ayudará o te arruinará.* Proverbios 17:27 lo dice de esta manera: “El que tiene conocimiento ahorra sus palabras: y el hombre inteligente es de excelente espíritu”. Al igual que Daniel, cada uno de nosotros puede tomar la decisión consciente de tener un buen espíritu o actitud, sin importar nuestras circunstancias. Podemos elegir no quejarnos, estar amargados, resentidos o negativos. Podemos optar por exaltar a nuestro Salvador no solo con una buena actitud sino con “un espíritu excelente”. ¿Esto te describirá hoy?